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martes, 11 de octubre de 2016

PRIMEROS DÍAS EN EL IES NUEVO.

Mi nuevo destino huele a jazmines, los que hay plantados muy cerca de la puerta de entrada que atravieso todos los días. Es curioso porque mi antiguo IES olía a huerta, a humedad y a rocío de la mañana, este llena sus pasillos con el fuerte aroma que sale del jazminero y tiene unas vistas desde las ventanas del lado sur desde las que seguro podrían salir muchos versos.

Los alumnos son gritones, tienen voces estridentes pero cuando caminan no parecen una manada de elefantes como la que sentía el curso pasado al llegar las 14:30 y tocar el timbre.
Tienen acentos diferentes a mi antiguo destino a pesar de que distan de él apenas quince kilómetros e incluso la manera de dirigirse al docente que tienen los jóvenes cambia: aquí me he convertido en “maestra” con la a primera muy abierta y sonora… y si me dicen “profe” o “seño” me dan ganas de mirarles con mala cara.
Entre ellos veo caras curiosas, rostros ávidos de conocimientos y que buscan en mis ojos la motivación: algunos ya la tienen de otros años pues la huella de Inma ha sido muy grande y yo me siento responsable de seguir con lo que ella sembró. Otros me miran casi como si fuera una extraterrestre, me pasaron el escáner el primer día de clase y creo que esperan a las notas para ver si deciden que me aman o me odian.
Por lo demás son exactamente iguales al resto de los que han sido mis alumnos, les afecta la adolescencia de la misma manera como si vivieran la vida en una continua montaña rusa y sueñan con una vida en la que se alternen días de trabajo con otros de esparcimiento, la mayoría no quiere volar demasiado lejos.


El pabellón en el que damos clase es acogedor y recogido y las zonas de recreo en las que todavía no me he fijado mucho destilan trabajo, el que hacen en él los chavales de la FP Básica que estudian y aprenden el oficio de jardinero.
Hay algo que es igual en mi antiguo y en mi nuevo destino y es el ruido y el caos que se forma a la salida de la jornada. En la zona de aparcamiento que una era en ciudad y otra es en espacio abierto coinciden coches enérgicos que se atraviesan, padres con prisa que a veces ni miran y con los que meto el morro de mi vehículo pues si no lo hago así no soy capaz de llegar a casa.
La vida de los que estamos dentro se dispersa pero muchos coincidimos en la Sala de Profesores cuando el único descanso largo de la mañana nos lo permite.

Una de las cosas que me gusta mucho de este centro es que está lleno de profesionales con muchas ganas de hacer cosas, a los que no les da miedo innovar siempre que sea por el bien de sus alumnos.

Por lo demás siento que estoy adaptándome...

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