Mi nuevo destino huele a jazmines, los que hay plantados muy
cerca de la puerta de entrada que atravieso todos los días. Es curioso porque
mi antiguo IES olía a huerta, a humedad y a rocío de la mañana, este llena sus
pasillos con el fuerte aroma que sale del jazminero y tiene unas vistas desde
las ventanas del lado sur desde las que seguro podrían salir muchos versos.
Los alumnos son gritones, tienen voces estridentes pero
cuando caminan no parecen una manada de elefantes como la que sentía el curso
pasado al llegar las 14:30 y tocar el timbre.
Tienen acentos diferentes a mi antiguo destino a pesar de
que distan de él apenas quince kilómetros e incluso la manera de dirigirse al
docente que tienen los jóvenes cambia: aquí me he convertido en “maestra” con
la a primera muy abierta y sonora… y si me dicen “profe” o “seño” me dan ganas
de mirarles con mala cara.
Entre ellos veo caras curiosas, rostros ávidos de
conocimientos y que buscan en mis ojos la motivación: algunos ya la tienen de
otros años pues la huella de Inma ha sido muy grande y yo me siento responsable
de seguir con lo que ella sembró. Otros me miran casi como si fuera una extraterrestre,
me pasaron el escáner el primer día de clase y creo que esperan a las notas
para ver si deciden que me aman o me odian.
Por lo demás son exactamente iguales al resto de los que han sido mis alumnos, les afecta la adolescencia de la misma manera como si vivieran la vida en una continua montaña rusa y sueñan con una vida en la que se alternen días de trabajo con otros de esparcimiento, la mayoría no quiere volar demasiado lejos.
El pabellón en el que damos clase es acogedor y recogido y
las zonas de recreo en las que todavía no me he fijado mucho destilan trabajo,
el que hacen en él los chavales de la FP Básica que estudian y aprenden el
oficio de jardinero.
Hay algo que es igual en mi antiguo y en mi nuevo destino y
es el ruido y el caos que se forma a la salida de la jornada. En la zona de
aparcamiento que una era en ciudad y otra es en espacio abierto coinciden
coches enérgicos que se atraviesan, padres con prisa que a veces ni miran y con
los que meto el morro de mi vehículo pues si no lo hago así no soy capaz de
llegar a casa.
La vida de los que estamos dentro se dispersa pero muchos
coincidimos en la Sala de Profesores cuando el único descanso largo de la
mañana nos lo permite.
Una de las cosas que me gusta mucho de este centro es que
está lleno de profesionales con muchas ganas de hacer cosas, a los que no les
da miedo innovar siempre que sea por el bien de sus alumnos.
Por lo demás siento que estoy adaptándome...
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